Cecosesola, Estado Lara
por Carla Ferreira
Adentro y afuera del propio País, Cecosesola circula de boca en boca como un ejemplo de cooperativismo exitoso e inspirador. Investigadores, estudiantes o nada más que ciudadanos que buscan una alternativa de modelo social más humano y justo la visitan y comparten de su forma insólita de organización, cuyos principales pilares son la ausencia de líneas de mando, la contribución directa de todos y todas, sin intermediarios, a través de participadas reuniones, la rotación de tareas y las decisiones consensuales. Fue en esta circunstancia que llegaran a Barquisimeto, a 27 de Setiembre de 2010, tres voluntarios del Instituto Venezolano de Investigación de Prout (IVIP). Diez días en la vida de la Central de Cooperativas de Servicios Sociales del Estado Lara (Cecosesola), que cumple 43 años el próximo mes de Diciembre.
“SALÓN DE REUNIONES DEL DIRECTORIO DE CECOSESOLA”. Después de haber recorrido varios rincones de las instalaciones del servicio funerario de la central de cooperativas, la chapa hecha en madera, solemne, se encuentra ahora en una vitrina del edificio a lo cual llaman “escuela”, ubicado en un recinto donde funciona también la Feria del Centro, la más grande de las ferias de consumo familiar de la ciudad de Barquisimeto. El objeto tiene la carga simbólica de una pieza de museo; sirve para recordar a las centenas de trabajadores/asociados que por allá pasan todos los días aquella época en que la Central de Cooperativas de Servicios Sociales del Estado Lara (Cecosesola) fue, también ella, una organización “jerarquizada, rígida y burocrática”1. Y que toda su construcción, desde el año de fundación, en 1967, por un grupo de 10 cooperativas de la región, hasta los días de hoy, se hizo a costa de intentos sucesivos de ir borrando colectivamente eses resquicios de la estructura vertical tradicional en que parece basarse la “cultura patriarcal” vigente2. Un tema además bien caro a la organización y sobre lo cual ha producido conocimiento, convirtiendo la experiencia cotidiana en su laboratorio.
“El directorio, compuesto por cinco miembros, se reunía una vez a la semana, con la puerta cerrada. Los trabajadores eran los trabajadores – obedecían y no participaban en las reuniones”, recuerda Gustavo Salas, 68 años, uno de los varios jóvenes que en los primeros años de la década de los 70 llegan a Barquisimeto como voluntarios para asesorar el movimiento cooperativo regional, entonces organizado alrededor del ahorro y crédito. “En 1971, cuando llegué, después de haber dejado el cargo de administrador de una de las empresas de mi padre, Cecosesola ya era una organización burocrática y, por eso, sin el entusiasmo de los primeros años”, añade. El grupo, inspirado por la Revolución Cubana, el movimiento de Allende, en Chile, y por un ideal de “socialismo cristiano”, llegaba para ayudar el centro religioso (Organización Comunitaria para los Marginados) que había impulsado el desarrollo del movimiento cooperativista en Barquisimeto desde la década de 60.
“Teníamos un sueño: que las cooperativas fuesen como un adelanto de la sociedad que queríamos construir. Pero no sabíamos cómo hacerlo y, además, creíamos que la transformación dependía del Estado, de alguna forma de poder”, reconoce Teófilo Ugalde, 67 anos, un cubano de nacimiento que llegó a Venezuela, en 1968, como sacerdote católico, y que entraría en contacto más estrecho con la organización en los años calientes de la gestión de un Servicio Cooperativo de Transporte (1974-1985). Verdadero brazo de hierro con los varios poderes instalados por la manutención del “pasaje a medio” (0,25 Bs), esta fue la lucha que habría de lanzar las bases del proceso auto-organizativo en constante auto-reflexión y transformación que define lo que hoy es Cecosesola.
Y que es hoy realmente Cecosesola? El colectivo se define a sí mismo como un organismo de integración cooperativa que involucra 60 organizaciones comunitarias, más de 20 mil asociados, y un abanico de actividades que incluye la producción agrícola, la producción agroindustrial en pequeña escala, los servicios funerarios, de transporte, de salud, ahorro y préstamo, fondos de ayuda mutua, distribución de alimentos y de artículos para el hogar, cuyo volumen anual de operaciones se acerca a los 200 millones de bolívares fuertes1. Adentro y afuera del propio País, Cecosesola circula de boca en boca como un ejemplo de cooperativismo exitoso e inspirador. Investigadores, estudiantes o nada más que ciudadanos que buscan una alternativa de modelo social más humano y justo la visitan y comparten de su forma insólita de organización, cuyos principales pilares son la ausencia de líneas de mando, la contribución directa de todos e todas, sin intermediarios, a través de participadas reuniones, la rotación de tareas y las decisiones consensuales.
La aventura de los transportes: ¿desastre u oportunidad?
Regresemos entonces a 1974. La amenaza de los empresarios del transporte, que iban a aumentar el precio del servicio de 0, 25 Bs a 0,50 Bs (“de un medio a un real”2), despertó en ese grupo de jóvenes la voluntad de irse a la calle añadir sus voces al coro de los que, en los varios barrios populares de Barquisimeto, ya protestaban contra el aumento del costo del transporte público. Sería la oportunidad de oro para poner en práctica el concepto de organización “popular abierta a la problemática comunitaria”3, en la cual el muro entre el “nosotros”, prestador del servicio, y el “ellos”, usuarios, fuese ganando trazos cada día más tenues, hasta que dejara de existir.
Al largo de la década, Cecosecola se convirtió en propietaria, mediante préstamo, de 92 unidades de transporte, llegó a tener 300 trabajadores a su servicio, y fue acumulando prestigio e influencia en la comunidad, teniendo sido considerada gestora, según estudios técnicos efectuados en 1979, bajo encomienda de la Cámara Municipal, de un Servicio Cooperativo de Transporte (SCT) que “era ejemplo en Venezuela de una eficiente organización de transporte con bajos costos unitarios”4.
Al mismo tiempo, como su poder iba creciendo, fue ganando muchos enemigos – del Gobierno a los partidos políticos, pasando por los medios de comunicación social o hasta mismo por los cooperativistas que se oponían al SCT – al punto de haber sido considerada, desde el puro punto de vista económico, totalmente “irrecuperable”. Los siguientes datos ayudan a entender mejor el desastre que significó para Cecosesola la aventura SCT: al largo de ese período, la central de cooperativas llegó a un monto de pierdas treinta veces superior a su propio capital, al mismo tiempo que se superponían acusaciones de corrupción, mala administración, militancia en la extrema izquierda e incluso de financiamiento de movimientos guerrilleros internacionales.
¿Sería el fin? Teófilo contesta que no, que fue como que un renacer: “Fue muy importante el fracaso del SCT. Nos quedamos sin ninguna herramienta de poder, ningún cargo directivo. Nos quedamos como que desnudos pero descubrimos que, si, sin embargo teníamos mucha fuerza”. De la crisis profunda emergió el reforzar de la conciencia colectiva y la búsqueda de soluciones creativas para salir del hueco. Una de ellas, frente al aumento significativo del combustible en 1984, fue el uso de un autobús del SCT como Feria de Hortalizas ambulante, modalidad de venta que, contrariando las pocas expectativas iniciales, rápidamente fue conquistando compradores. En mediados de 1985, Cecosesola tenía ya equipadas unidades suficientes para abastecer 15 barrios de la a ciudad de Barquisimeto. Ganaba entonces fuerza el “capital social” de que habla José Alejandro Cambero, 80 años, uno de los fundadores de Cecosesola y experimentado activista del movimiento cooperativista en el Estado Lara. El veterano recuerda un encuentro con el economista argentino Bernardo Kliksberg, asesor de las Naciones Unidas, para subrayar las peculiaridades de esta organización, que cumplirá 43 años el próximo Diciembre: “El nos visito y dijo que esta organización es la única donde el capital es social”. “Cuando el beneficio del capital llega hacia la comunidad, eso es socialismo”, refuerza.
Hablar, discutir, aclarar…. hacia un consenso
Hay una imagen de marca perfecta para Cecosesola: sus reuniones. Al día lunes, antes de las ocho de la mañana, ya empiezan a dibujarse en el espacio exterior de la “escuela” círculos humanos donde quiera haya una sombra. Se reserva el día para revisar los tres días de Feria de Consumo Familiar, entre otros incontables asuntos inherentes al funcionamiento de una organización que abastece los hogares de cerca de 30 por ciento de la población de Barquisimeto (entre 50 y 60 mil personas), a precios que, hablando específicamente de las verduras y según datos del último mes de Setiembre, pueden bajar hasta casi 55 por ciento frente a lo que se practica en el mercado en general. Pero la red comunitaria de producción y distribución de alimentos se extiende todavía a cuatro estados más – Trujillo, La Portuguesa, Yaracuy y Barinas – lo que convierte Cecosesola en el sistema no gubernamental de mayor venta de alimentos al detal de Centroccidente.
Cada quien carga su silla. No hay corbatas, presentaciones en PowerPoint, orden de trabajos o tampoco moderadores de debates. La participación es natural, nace de iniciativa propia. Los temas pueden fluctuar entre los precios, las ventas, metodologías de trabajo que hay que mejorar, el menú del comedor colectivo o incluso las cuestiones personales, mientras eso influye en la dinámica colectiva. “La llave son las reuniones. 20 a 25 por ciento de nuestro tiempo lo pasamos en reuniones”, sintetiza Gustavo Salas, consciente de la extrañeza que eso suele causar a quien mira desde afuera. Su esposa, Teresa Correa, que cuenta con una experiencia de 41 años de vida cooperativa, aclara la dinámica y la utilidad de estos encuentros: “Son una herramienta para la reflexión colectiva. Allá evaluamos responsabilidades para poder crecer como personas y para ir creando criterios comunes. Mientras nos vamos enamorando de la organización, cada día tienen más sentido las reuniones. ¿Y que importa el tiempo y el dinero que perdimos con las reuniones, si ahorramos en directores, jefes, etc.?”.
Las reuniones son la “única estructura organizativa de Cecosesola”5 pero no se piense que terminan siempre con la tomada de decisiones y mucho menos que esas decisiones brotan de un sistema de voto, que fracciona el colectivo entre los que están de acuerdo y los que difieren de una determinada propuesta. Teófilo Ugalde emplea la tradición indígena para explicar la dinámica de estos “encuentros humanos, donde se busca el consenso”. “Cuando los indígenas se juntan en la churuata, que es una casa comunitaria, la reunión sigue, mismo si unos salen y otros entran. La comunidad se reúne hasta que llegue el momento en que los que están presentes logran la claridad sobre algún punto. Ahí termina la reunión”, describe. En Cecosesola, se persigue el mismo objetivo. No importa cuántas horas o cuantos días se puede tardar hasta al anhelado consenso, si en el camino se logró construir un “acuerdo colectivo”.
Hoy en la feria, mañana en la cocina
Otro de los componentes del cooperativismo que se practica en Cecosesola es la rotación de tareas, que permite, además de una visión más global y responsable sobre la organización, también una actitud más abierta frente al trabajo, transcendiéndose así el mito de la especialización. “No existen cargos sino tareas a cumplir” es el lema6. Y Eduardo Salas, de 23 años, es un buen ejemplo de cómo se puede “crecer” personal y profesionalmente en ese sistema. Hoy trabaja en la “granja”, una finca donde se produce abono orgánico y se crían algunos animales, pero desde de los 12 años, edad con la cual entró en contacto con Cecosesola – como ayudante embolsador, igual que tantos otros – ya hizo de todo en las ferias de consumo familiar. Empezó en la “quincalla” (cosméticos), fue coordinador de verduras en la Feria del Centro y después coordinador de víveres en la Feria Ruiz Pineda. Mientras eso, siguió con los estudios – es un compromiso que los menores y respectivos padres o representantes legales establecen con la Central de Cooperativas – y hoy cursa Administración Tributaria en la universidad. “No nos quedamos en un solo sitio. Estamos en proceso de cambio, de evolución”, comenta, confesando que uno de los logros más importantes que obtuvo en Cecosesola fue aprender a “tomar la iniciativa”: “Es vital en nuestras vidas. Lo practico aquí, en mi casa, en mi grupo de música, donde compongo canciones y toco guitarra”. Eduardo, para quien las reuniones son “espacios educativos, que sirven para nuestro crecimiento personal y organizacional”, tiene la nítida noción de que forma parte de una organización que hace la diferencia, no solo en Venezuela, sino a escala mundial: “Me siento en familia. Es una organización donde nuestra opinión cuenta y es respectada. En los otros sitios la gente trabaja y nada más. Te pagan para que hagas eso…”.
El sueldo cooperativo o “anticipo societario”, como le llaman, ya que equivale a los excedentes producidos, es también igual para todos, y eso permite que nadie se sienta amenazado por la rotación. Esa suma, que en la actualidad vale por tres sueldos mínimos nacionales, no es, sin embargo, algo estable e inalterable. “Está sujeto a bajas o aumentos, mediante las ventas, pero todo es decidido en asamblea, con todos los asociados de las ferias, más o menos 400, las cooperativas y también los productores”, aclara José Raúl Vizcaya, 22 años, otro muchacho que empezó como embolsador, a los 12 años, y que ya recorrió todas las tareas en la Feria del Centro. Por otro lado, esclarece Teresa Correa, “la rotación tiene el sentido educativo de uno aprender a valorar la acción laboral del otro”. Un ejemplo bien evidente: será menos probable que alguien se queje por el retraso del almuerzo en el comedor, cuando ya paso varias veces por la experiencia de cocinar para cientos de personas. En último lugar, concluye la cooperativista militante, la rotación “impide la generación de espacios de poder y en una sociedad capitalista tendemos a guardar cotas de poder”.
Centro Integral de Salud: la más reciente conquista
Además de estar en frente de la más grande funeraria de la región occidental, Cecosesola viene gestionando una red de salud que, según datos de 2007, prestaba anualmente servicio a más de 150 mil pacientes a través de seis centros de salud comunitarios7. Desde Abril de 2009, con la inauguración del Centro Integral Cooperativo de Salud (CICS), esta red de salud empezó a tener un edificio común, construido desde sus cimientos a lo largo de dos años, y, con él, nuevas prestaciones, además de las especialidades médicas ya disponibles. Entre ellas se encuentran las terapias alternativas (acupuntura, mesoterapia e hidroterapia) y los servicios de laboratorio, radiología y hospitalización, esperándose que, en el primer trimestre de 2011, ya sea posible la realización de cirugías. El proyecto, que es consecuencia de “una inquietud bastante vieja”, como recuerda Teófilo Ugalde, implicó una inversión global de cerca de nueve millones de bolívares, totalmente garantizada por fondos propios, a través de los excedentes de las ferias de consumo familiar, de actividades para captación de fondos (venta de ropa, por ejemplo), o también la movilización de los ahorros de varias cooperativas como forma de préstamo “con un interés más alto que los bancos les cobrarían”. Tres millones de bolívares fueron garantizados a través de esta última vía, un hecho que, según Teófilo, “fue una gran evidencia de confianza”.
La construcción empezó sin el monto completo, pero pedir apoyo financiero al Gobierno venezolano jamás llegó a ser una hipótesis. “A los políticos les encanta regalar plata. Esa es la manera que tienen los gobiernos de controlar”, confiesa el antiguo cura, dejando claro que Cecosesola no se mueve por ninguna ideología o filosofía, sino solamente por las necesidades que sus cooperativas y asociados sienten a cada momento.
En la práctica, por un contrato de salud de 2 Bs semanales, cada asociado y ocho de sus familiares pueden beneficiar de tres especialidades médicas (medicina general, ginecología y pediatría), siendo el acceso a las otras áreas clínicas hecho mediante precios “muy solidarios”. Para la comunidad no asociada, los valores practicados corresponden a 25 por ciento de lo que se cobra en las clínicas privadas.
NOTAS
1 Buscando una convivencia armónica. Barquisimeto, Venezuela, 2001, pág. 24
2 Op. Cit., Pág. 6.
3 ¿Hacia un cerebro colectivo?, Barquisimeto, Venezuela, 2009, pág. 8
4 Buscando una convivencia armónica, pág. 24.
5 Op. Cit., pág. 25.
6 Op. Cit., pág. 36.
7 Buscando una convivencia armónica, pág. 82
8 Buscando una convivencia armónica, pág. 86
9 Construyendo aquí y ahora el mundo que queremos, Barquisimeto, Venezuela, 2007, pág. 5
Carla Ferreira: Licenciada en Comunicación Social en la Universidad Técnica de Lisboa y con una Maestría en Estudios Ibéricos, Carla lleva 12 años como periodista profesional, trabajando en un periódico regional en Portugal y colaborando con regularidad en varias publicaciones especializadas (literatura, teatro y destinos turísticos). Hizo trabajo voluntario en un barrio empobrecido de su ciudad, suministrando apoyo escolar a niños y jóvenes.